Dicen que las personas que hablan solas tienen mucho mundo interior. Al menos eso es lo que siempre han dicho los profesores de mis hijos, ensalzándolo como un rasgo positivo de su personalidad. Fue entonces cuando aprendí que no hay porqué avergonzarse, que no por ello estas loco, sino que simplememte eres diferente, especial.
A partir de ahí, y escudándome en el avance de la tecnología, pues todos piensan que voy hablando por teléfono con los auriculares, fue cuando me dejé llevar fomentado ese mundo interior que ya va por el nivel de Galaxia Interior.
Es tal que involucro a todos mis sentidos en el proceso, llegando a imaginar los gestos de las caras, los olores de la escena, las conversaciones que escucho y respondo, incluyendo la carcajada propia...
Alcanzado este nivel de abducción por mi propia mente/imaginación sentía la necesidad de ir sacándolo, como si tuviera la CPU llena y necesitara descargar archivos en un disco externo.
Esta fue la simple y absurda causa por la que un día abrí el portátil y empecé a escribir, reviviendo y recreando cada historia que previamente ya había pasado por mi mente. Refugiada en mi burbuja acorazada con pantalla láser insonorizada e indestructible por el mundo exterior.
Me encanta dejarme llevar por mis pensamientos e impulsos, creyéndome rebelde por no seguir un guion planificado, tan solo soy el brazo ejecutor de un puñado de neuronas. Esas mismas que no llegan a entender cómo es posible que el inicial desorden tan solo sea aparente, pues al final siempre hay un hilo conductor, los personajes y las conversaciones son causas y consecuencias lógicas que llevan a un final vaticinado desde la primera palabra escrita.
"¿Seré una bruja?", he llegado a pensar.
Con este pensamiento me tumbé un día en el sofá de casa observando la pared de enfrente repleta de marcos, algunos de fotos, otros dibujos o ilustraciones. En diversos colores y formas.
Este es uno de mis secretos. La mayoría de personas se tumban en el sofá a contemplar la tele, yo ni la enciendo, mi pantalla es esa pared. Puedo pasar horas observándola, aunque rara vez cambio algún elemento de ella. Me relaja, simplememte me transmite paz, serenidad. Calma mi ansiedad y me arropa aportándome nuevamente seguridad en mi misma.
Esa tarde pensaba, "¿Qué tendrá esa pared que la hace tan mágica?". Achiné los ojos, apreté los labios y focalicé mis sentidos en el experimento científico que en esos segundos tenía entre manos. Analicé cada cuadro, cada color, la composición general y la distancia que había entre cada uno...
Conclusión de la Investigación Mi Pared ( como siempre la he denominado) tras 20 años observándola sin más: Esa pared soy yo.
Había diseñado un Moodboard de mi misma a tamaño pared. Increíble... nunca dejo de sorprenderme. Allí estaban las directrices, la esencia de mi personalidad, de mi vida. Por ello calma mi ansiedad y reconduce mi autoestima, porque retomo mis principios que me sirven de guías.
Es una composición de cuadros que la lógica supone ha sido milimétricamente estudiada, pero la realidad es que los fui colgando yo misma según iba sintiendo el impulso de donde clavar el cuelga fácil con el tacón de un zapato. Lo que podría haber sido una obra arquitectónica de composición de formas geométricas que se convirtió en una composición libre, sin reglas, pero limpia y ordenada ( según mis propios criterios de orden, claro), donde destacan algunos cuadros torcidos, disruptivos.
Compuesta por una compilación de fotografías, sobre mis hijos y mías, algunas en blanco y negro y otras a color, que me transportan al momento histórico en el que fueron tomadas, muchas de ellas por mi, en algún viaje o dentro de casa. Dibujos a plumilla, lápiz o acuarela como ese equilibrio justo entre la sensibilidad y el temperamento que aporta los pinceles de acuarela o los trazos de tinta. Y por último ilustraciones de aire naif, conjugando niñez con ironía.
El tamaño, forma y color de los cuadros es variopinto, entre madera, que transmite sensación de calidez, de hogar, en colores pastel, dulces, agradables, suaves; acero, que denota el brillo de la fortaleza de lo sencillo, sin ornamentos; y el espejo como reflejo de elegancia. Delimitados por la jerarquía del blanco y el negro, repartiendo el peso visual entre el romanticismo y la practicidad, entre la calma y la intensidad.
En resumen no es más que una línea del tiempo entre mi pasado, mi presente y siempre con huecos libres abiertos al futuro.
Todo eso soy yo... la mujer, la niña, la madre, la artista, la líder, la soñadora.
Maribel Nicolás
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